Resolución pacífica de problemas: Cómo gestionar los conflictos
Los conflictos surgen en todos los ámbitos de nuestra vida. De niños, podemos discutir con nuestros hermanos o amigos por compartir juguetes o jugar. A medida que crecemos, los conflictos se vuelven más difíciles: Los sentimientos de los amigos se ven heridos, alguien que nos hizo una promesa nos decepciona o los miembros de un equipo no se ponen de acuerdo sobre cómo terminar un proyecto. Los compañeros de piso plantean conflictos adicionales: cuando vives con alguien, tenéis que llevaros bien, aunque vuestras opiniones, personalidades y actividades cotidianas sean muy distintas.
Todos hemos tenido conflictos, y pueden ser molestos. Incluso pueden hacer que quieras huir o evitar la situación o a la persona con la que discutes.
Conflicto es un desacuerdo o discusión con otra persona o personas.
La resolución de conflictos es el proceso de encontrar una solución al desacuerdo.
Es importante resolver los conflictos en lugar de dejar que continúen. Como una enfermedad, un conflicto que no se trata puede empeorar. Si dejas que un conflicto continúe, puede crecer. Esto puede provocar estrés, daños en la relación, sentimientos heridos, la pérdida de un trabajo o de una responsabilidad, e incluso violencia. Gestionar un conflicto forma parte de ser un adulto independiente y con éxito, así que tienes que aprender a superarlo.
Paso 1: Detente, respira y piensa
Cuando no estás de acuerdo con alguien o te enfadas por algo que ha hecho o dicho, puede que al principio sientas ganas de explotar. Quieres gritar, llorar o incluso salir corriendo. Pero hacer cualquiera de estas cosas empeorará las cosas.
Piensa en cómo te sientes cuando alguien te grita. No te dan ganas de escuchar ni de que te importe lo que dicen, sino que te hacen sentir a la defensiva. Te dan ganas de devolver el grito.
Así que cuando sientas ese impulso, detente. Respira hondo. Luego piensa en lo que ha pasado y en cómo vas a reaccionar. No es fácil parar y evitar responder, pero tener control sobre ti mismo y tus emociones es un primer paso importante.
Paso 2: Tratar de comprender
Dos personas gritándose no es resolución de conflictos. Nada puede solucionarse a menos que empecéis a escucharos el uno al otro. Convierte tu conflicto en una discusión en la que cada uno explique su punto de vista, con seguridad pero con educación, mientras el otro escucha.
Escuchar atenta y activamente es lo mejor que puedes hacer. No busques formas de interrumpir y responder. Limítate a escuchar. Asimila lo que dice la otra persona y repíteselo para demostrar que has escuchado y entendido correctamente. Sé paciente.
Paso 3: Centrarse en los hechos y los sentimientos
Recuerda que las opiniones no son hechos. Exponer tu opinión una y otra vez no soluciona nada. Lo único que consigue es enfadar más a todo el mundo y hacer perder el tiempo. Una vez que ambos expongan sus puntos de vista, es posible que encuentren cosas en las que estén de acuerdo. Si no, simplemente tendréis que acordar que no estáis de acuerdo. En otras palabras, tendrás que decidir si merece la pena seguir discutiendo. Tal vez sea mejor continuar con la actividad y seguir adelante.
Habla con asertividad, es decir, con confianza y fuerza. Es una buena autodefensa. Pero esto no significa ser insistente o agresivo. Se trata de estar seguro de que lo que dices importa y es importante, pero con paciencia y amabilidad.
Cuando hables, evita el lenguaje que acuse o culpe a otra persona. Asume la responsabilidad de tus actos o de cualquier cosa que hayas hecho que pueda haber herido a la otra persona. Y ten cuidado con el tono de voz y el lenguaje corporal. Piensa en lo que sientes cuando alguien te levanta la voz o parece utilizar su cuerpo contra ti. Puede asustar y empeorar las cosas.
No saques a relucir viejos problemas; céntrate en el problema que tienes entre manos. No intentes abordar todo lo que te molesta. Esto distrae a todo el mundo y dificulta la búsqueda de una solución. Aborda un solo problema cada vez.
Utiliza el lenguaje del «yo», como «Cuando pasa esto, me siento…» o «Creo que esto sería una buena idea porque…». Esto evita que la otra persona se sienta a la defensiva. Y evita los absolutos, como «Tú nunca» o «Yo siempre».
Paso 4: Encontrar una solución
En muchos casos, no «ganarás» una discusión. Por el contrario, la mejor solución es aquella en la que todo el mundo se compromete: ceder un poco para obtener un poco. El objetivo no es ganar, sino avanzar con una nueva forma de hacer las cosas.
Cuando el conflicto se produce en el seno de un grupo, las cosas se ponen un poco más difíciles, porque puede que haya que tratar con varias opiniones, no sólo con dos. En este caso, puede ser mejor seguir el viejo dicho: «La mayoría manda». En otras palabras, si la mayoría de las personas del grupo están de acuerdo, suele ser mejor seguir su punto de vista o decisión. Es como en unas elecciones, donde gana la persona con más votos. A menos que todos lleguéis a un acuerdo, seguir a la mayoría es una forma democrática de resolver los problemas que hace feliz al mayor número de personas.
Una vez que hayas encontrado una solución, vete con un plan.con un plan. Esto puede significar más tarde, cuando todo el mundo se haya calmado, o acordar volver al cabo de unas semanas para ver cómo funciona el plan.
Consejos para conversaciones difíciles
Cuando estás muy disgustado y preocupado por un conflicto, el estrés y la ansiedad pueden hacer que sientas deseos de evitarlo por completo. Pero hay algunas cosas que puedes hacer para reducir el estrés y prepararte.
En primer lugar, como hemos sugerido antes, respira hondo. A veces, contar hasta 10 lentamente puede ayudar. Da un paseo de unos minutos o simplemente sal a respirar aire fresco: ¡la naturaleza puede hacer maravillas por tu salud mental!
Otra forma estupenda de sentirte preparado es hacer un juego de roles, o fingir que tienes esa conversación con otra persona. Por ejemplo, si tienes un desacuerdo con un amigo y te pone nervioso hablar de ello con él, puedes practicar con otra persona, como otro amigo que no conozca a las partes implicadas. Practica lo que te gustaría decir y deja que te respondan. Puede que incluso te den su opinión sobre cómo has sonado u otras palabras que podrías probar en su lugar. Practicar puede hacerte sentir más seguro en el momento de la verdad.
Cómo disculparse
Disculparse puede ser duro. Puede hacerte sentir que «has perdido» o que estás renunciando a algo. Pero disculparse es, en realidad, una actitud valiente y adulta. Una disculpa buena y sincera es una de las mejores maneras de resolver un conflicto. Puede rebajar el estrés y la tristeza de todos por un problema, y te ayuda a llegar a una solución más rápidamente.
¿Cuándo hay que pedir perdón?
- Cuando tus acciones han causado dolor emocional o confusión
- Cuando has roto la confianza de una persona
- Cuando tus acciones han creado tensión
- Cuando has decepcionado a alguien o le has defraudado
- Cuando has hecho que alguien sienta miedo o le has excluido
Si ha ocurrido alguna de estas cosas, es hora de disculparse. He aquí lo que constituye una buena disculpa:
- Reconozca lo que hiciste o dijiste que causó daño.
- Asume la responsabilidad de tus actos, sin poner excusas.
- Expresar remordimiento o arrepentimiento por sus acciones.
- Plan cómo hacer las cosas bien.
- Pide perdón.
Cuando te disculpes, no eches la culpa a los demás, no minimices el daño ni hagas que parezca que no es para tanto, no apoyes ninguna acción tóxica o violenta y no esperes el perdón, al menos no de inmediato. Puede llevar algún tiempo, pero si pides perdón de corazón, es más probable que la otra persona te perdone.
Busque ayuda si la necesita
En algunos casos, cuando los conflictos son muy graves, es posible que no puedas resolverlo tú solo. Está bien pedir ayuda a otra persona, como un orientador, un profesor, un directivo o un miembro de la comunidad. Hay personas formadas que pueden ayudarte a resolver problemas difíciles y orientarte hacia respuestas que quizá ni siquiera conozcas.